Ejemplo de monólogo interior

Ejemplo de monólogo interior

 

En este caso este ejemplo de monólogo interior o fluir de conciencia es un fragmernto de la novela Ulises de James Joyce.

 

INELUCTABLE modalidad de lo visible: al menos eso si no más, pensado
con los ojos. Marcas de todas las cosas estoy aquí para leer, freza marina y ova
marina, la marea que se acerca, esa bota herrumbrosa. Verdemoco, platiazulado,
herrumbre: signos coloreados. Límites de lo diáfano. Pero añade: en los
cuerpos. Luego se percató de aquesos cuerpos antes que de aquesos coloreados.
¿Cómo? Dándose coscorrones contra ellos, seguro.
Tranquilo. Calvo era y millonario, maestro di color che sanno. Límite de lo diáfano en. ¿Por qué en?
Diáfano, adiáfano. Si puedes meter los cinco dedos es una cancela, si no una
puerta. Cierra los ojos y ve.
Stephen cerró los ojos para oír cómo las botas estrujaban la recrujiente ova y
las conchas. Estás andando sobre esto tranquilamente en cualquier caso. Lo
estoy, una zancada cada vez.
Un espacio muy corto de tiempo a través de tiempos muy cortos de espacio.
Cinco, seis: el Nacheinander. Exactamente: y ésa es
la ineluctable modalidad de lo audible. Abre los ojos. No. ¡Jesús! ¡Si cayera por
un acantilado que se adentra sobre su base, cayera por el Nebeneinander
ineluctablemente! Me voy acostumbrando bastante bien a la oscuridad. Mi
espada de fresno cuelga a mi lado. Bordonea con ella: ellos lo hacen. Mis dos
pies en sus botas en los extremos de sus piernas, nebeneinander. Suena sólido:
forjado por el mazo de Los demiurgos. ¿Acaso voy andando hacia la eternidad
por la playa de Sandymount? Estruja, recruje, rac, ric, rac. Dinero del mar
salvaje. Maese Deasy conyóscelos bien.
¿Vendrías a Sandymount,Madeline la mar?
El ritmo empieza, lo ves. Lo oigo. Tetrámetro acataléctico de yambos
marchando. No, al galope: deline la mar.
Abre los ojos ahora. Lo haré. Un momento. ¿Se ha desvanecido todo desde
entonces? Si abro y me encuentro para siempre en lo adiáfano negro. ¡Basta!
Veré si puedo ver.
Mira ahora. Ahí todo el tiempo sin ti: y siempre estará, por los siglos de los
siglos.
Descendieron por las escalinatas de Leahy Terrace prudentemente,
Frauenzimmer. y por la inclinada orilla lánguidamente, sus pies planos
hundiéndose en la arena sedimentada. Como yo, como Algy, descendiendo a
nuestra poderosa madre. La número uno balanceaba patosamente su bolso de
matrona, el paraguón de la otra hurgaba en la arena. Del barrio de Liberties, día
de paseo. Mrs. Florence MacCabe, viuda del extinto Patk MacCabe,
sinceramente llorado, de Bride Street. Una de su hermandad me sacó guañiendo a la vida.
Creación desde la nada. ¿Qué tiene en el bolso? Un engendro con el
cordón umbilical arrastrando, amorrado en paño bermejo. El cordón de todos
enlaza con el pasado, cable cabitrenzado de toda carne. Por eso los monjes
místicos. ¿Querríais ser como dioses? Miraos vuestro omphalos. ¡Oiga! Aquí
Kinch. Póngame con Villaedén. Alef, alfa: cero, cero, uno.
Esposa y compañera de Adán Kadmon: Heva, Eva desnuda. Ella no tenía
ombligo. Mirad. Vientre sin mácula, bien abombado, broquel de tensa vitela,
no, grano blanquiamontonado naciente e inmortal, que existe desde siempre y
por siempre. Entrañas de pecado.
Entrañado en la oscuridad pecaminosa estuve yo también, concebido no
engendrado. Por ellos, el hombre con mi voz y mis ojos y una mujer fantasmal
de aliento a cenizas. Se ayuntaron y desjuntaron, cumplieron la voluntad del
apareador. Desde antes de los tiempos Él me dispuso y ahora no puede disponer
lo contrario ni nunca. Una lex eterna Le atenaza. ??Es ésa pues la divina
sustancia en la que el Padre y el Hijo son consustanciales? ¿Dónde está el pobre
de Arrio para meterse dentro y ver qué pasa? Guerreando de por vida por la
contransmagnificandjudeogolpancialidad. ¡Aciago heresiarca malogrado! En un
excusado griego exhaló su último suspiro: euthanasia. Con mitra de abalorios y
con báculo, instalado en su trono, viudo de una sede viuda, con omophonon
envarado, con posaderas aglutinadas.
Los vientos potreaban a su alrededor, vientos cortantes y apasionados. Llegan,
las olas. Los hipocampos crestiblancos, tascando, embridados en fúlgidos
céfiros, los corceles de Mananaan.
No debo olvidar su carta para la prensa. ¿Y después? El Ship, doce y media.
Por cierto lleva cuidado con ese dinero como buen joven imbécil. Sí, debo
hacerlo.

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